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Francia
La crisis del Frente Nacional: ¿una oportunidad para la izquierda?
Tras la dimisión de Florian Philippot, el partido de Le Pen vira su discurso todavía más a la derecha y deja vía libre para que Mélenchon lidere la oposición.
La ola del populismo de derechas se diluye en la orilla del continente europeo. 2017 puede ser recordado como el año de las derrotas de la ultraderecha en Holanda y Francia. Aunque la entrada de Alternativa para Alemania en el Bundestag resulte alarmante, las formaciones de la extrema derecha han demostrado su incapacidad para llegar al poder. Un ejemplo paradigmático: el Frente Nacional (FN).
Tras su contundente derrota en la segunda vuelta de las presidenciales francesas, el partido de Marine Le Pen arrastra una resaca permanente. Dividida, sin rumbo y desaparecida del debate público, la extrema derecha francesa ha dejado vía libre a la izquierda de Jean-Luc Mélenchon (socialecologista y republicana) para que lidere la oposición al proyecto neoliberal del presidente Emmanuel Macron.
El pasado 21 de septiembre el FN recibió un duro golpe con la dimisión de su vicepresidente, Florian Philippot. “Me han dicho que soy el vicepresidente de nada. No tengo el gusto del ridículo ni de no hacer nada, así que, sin duda alguna, me voy del Frente Nacional”, aseguró el número dos de la ultraderecha francesa para justificar su decisión, después de que le retiraran sus competencias como responsable de la estrategia y la comunicación.
La líder de la ultraderecha se encuentra ahora en una situación de debilidad. Tres meses y medio después de las presidenciales, el FN ha perdido dos de sus principales figuras
Formado en la Escuela Nacional de Administración (ENA), incubadora de los dirigentes franceses, Philippot, 35 años, ha ejercido durante los últimos ocho años como la mano derecha de Le Pen. “Formaban una pareja que ha funcionado muy bien. Él encarnaba la imagen del tecnócrata y el símbolo de la desdiabolización”, explica la politóloga Nonna Mayer, autora de Les faux-semblants du Front National. Homosexual declarado y omnipresente en los platós de radio y televisión, Philippot era considerado como uno de los responsables de la estrategia del FN para deshacerse de su pasado vinculado al neofascismo y devenir un partido transversal, capaz de seducir categorías amplias de la población, pero, sobre todo, a los obreros y los precarios.
Tras el nefasto debate televisivo de Le Pen ante Macron el 3 de mayo, Philippot se erigió en el centro de las críticas de los militantes de la extrema derecha, que le acusaban de haber virado demasiado a la izquierda el discurso de la formación. Estos reproches se acentuaron después de que a mediados de mayo fundara su asociación Los Patriotas, creada para influir en el proceso de refundación del FN. “Desde la creación de Los Patriotas, había una estrategia para que creciera la tensión. Entendí que no se trataba de un think thank, sino de un partido político”, afirmó Le Pen, para justificar sus exigencias a su vicepresidente para que disolviera su asociación y al no hacerlo, forzar su dimisión. De hecho, Philippot anuncio hace dos semanas que Los Patriotas han devenido un nuevo partido político.
Marine Le Pen: un liderazgo cuestionado
“Marine Le Pen ha utilizado la dimisión de Philippot para intentar calmar a su formación”, explica Mayer. Según esta prestigiosa experta de la extrema derecha francesa, el vicepresidente del FN “era un hombre aislado dentro del partido, que siempre estuvo mal visto por sus dirigentes históricos —sobre todo por Jean-Marie Le Pen (el padre de Marine)— al declararse como gaullista, una anomalía en el seno de la ultraderecha”. Después de su marcha, más de una veintena de cargos electos también han abandonado el partido. Pero estas dimisiones en serie no resultan comparables a la escisión que se produjo en la extrema derecha en 1998 después de que Bruno Mégret fuera fulminado como número dos del partido.La corriente más xenófoba y conservadora, anclada en el sur de Francia, exige un retorno a los temas centrales de la extrema derecha, como la lucha contra la inmigración
No obstante, la líder de la ultraderecha se encuentra ahora en una situación de debilidad. Tres meses y medio después de las presidenciales, el FN ha perdido dos de sus principales figuras: Philippot, la mano izquierda de Le Pen, representante de la corriente más social y soberanista; pero también su mano derecha, la yerna Marion Maréchal-Le Pen, referente de los sectores más xenófobos y conservadores y que dimitió a mediados de mayo por sus discrepancias con su tía respecto a la dirección de este partido dinástico, cuyos líderes dirigen con mano de hierro.
“Entre los militantes del FN, existe una gran decepción por el debate televisivo de Le Pen durante las presidenciales. Así que ahora existe la duda sobre su capacidad para ganar unas elecciones”, explica Mayer. El proceso de refundación del partido concluirá con un congreso nacional en Lille a principios de marzo del año que viene, en el que se ratificará el cambio de nombre del partido. Aunque no se prevé que Marine Le Pen tenga que disputar su liderazgo, sí que planeará el fantasma de la vuelta de Marion Maréchal-Le Pen para el congreso de 2021, en el que se elegirá al candidato de las presidenciales de 2022.
“Pese a la dimisión de Philippot, sigue habiendo una división profunda en el FN respecto a la estrategia a seguir en el futuro”, asegura Mayer, quien considera que “se ha producido un retroceso en el proceso de desdiabolización”. La corriente más xenófoba y conservadora, anclada en el sur de Francia, exige un retorno a los temas centrales de la extrema derecha, como la lucha contra la inmigración, y que se dejen de lado cuestiones como la salida del euro. Durante su discurso de la rentrée el 9 de septiembre en Brachay, una localidad del nordeste de Francia, Le Pen hizo un discurso centrado en la inmigración y el terrorismo, interpretado como un guiño a los que defienden una vuelta a los orígenes.
“Una excelente noticia para la Francia Insumisa”
¿La crisis del FN representa una oportunidad para la izquierda francesa? “La dimisión de Philippot es una excelente noticia para la Francia Insumisa de Mélenchon”, asegura el politólogo Thomas Guénolé, que se ha adherido recientemente a este movimiento. Según recuerda este experto de las izquierdas altermundialistas, “uno de cada tres votantes del FN tiene una buena imagen de Mélenchon”. Aunque el partido de Le Pen es el segundo partido entre la clase obrera, después del partido de la abstención, tiene una gran dificultad para seducir el electorado de las otras categorías sociales. En cambio, la izquierda mélenchonista destaca por incluir todas las categorías populares: los jóvenes, los obreros y las clases medias que tienen miedo a perder su estatus”, afirma Guénolé.
Tras haber reunido a 150.000 personas (30.000 según la policía) el 23 de septiembre en París en una manifestación en contra de la reforma laboral, la Francia Insumisa y su pequeño grupo parlamentario de 17 diputados se han erigido en los líderes de la oposición.
Según un sondeo de Ifop, el 45% de los franceses considera a Mélenchon como el principal opositor a Macron. “Existe en Francia un gran partido sin paredes ni carnets. Es el de los que votaron que No durante el referéndum de la constitución europea de 2005”, defiende el líder de la Francia Insumisa en una entrevista publicada recientemente en el semanario Marianne. Entonces, los electores comunistas, del ala izquierda del Partido Socialista, pero también los del Frente Nacional se impusieron a las clases acomodadas que votaron a favor del proyecto neoliberal de la Unión Europea. Un frente electoral popular, de difícil recomposición, que Mélenchon pretende reeditar.
“No creo que sea a través de los votantes del FN que la izquierda francesa pueda crecer”, afirma el analista político Fabien Escalona
“Existe el mito de decir que los electorados de los dos extremos (la derecha y la izquierda) se parecen entre ellos, pero esto no es verdad”, afirma Mayer. “El electorado de Mélenchon y el de Le Pen se encuentran en las antípodas respecto a su posición sobre la inmigración”, añade. Las diferencias geográficas también resultan evidentes. Mientras que Mélenchon tiene sus caladeros de votos en las grandes y medianas ciudades, el electorado de la extrema derecha está más implantado en las zonas periurbanas y las pequeñas localidades. “Si miramos su perfil, los votantes del FN suelen ser dos veces más populares y con un nivel de estudios inferior que los de la Francia Insumisa”, explica Mayer.
“No creo que sea a través de los votantes del FN que la izquierda francesa pueda crecer”, afirma el analista político Fabien Escalona, quien recuerda que menos del 10% de los electores de Mélenchon votaron a Le Pen en la segunda vuelta de las presidenciales. Sin embargo, este experto de las socialdemocracias europeas reconoce que “si el FN vira todavía más a la derecha, dejará el terreno libre a la Francia Insumisa” para que se oponga a las medidas neoliberales de Macron, como su reforma laboral o sus recortes de 15.000 millones de euros para el presupuesto de 2018.
Durante las elecciones legislativas de junio, en las que el FN obtuvo unos decepcionantes resultados con sólo el 13% de los votos, el activista y actual diputado de la Francia Insumisa, François Ruffin, autor del documental Merci Patron! (¡Gracias jefe!) se impuso con claridad en una circunscripción donde la extrema derecha consiguió el 41% de los votos en las regionales de 2015 y el 28% en la primera vuelta de las presidenciales. “El FN congela a la sociedad dividiéndola. Debemos reconciliar las clases populares entre ellas para construir un bloque histórico que permita liderar una alternativa”, defendía Ruffin el 17 de septiembre durante un coloquio en la Fête de l’Humanité, la popular fiesta del Partido Comunista Francés (PCF).
Tras el Brexit, el laborismo de Jeremy Corbyn ha sabido canalizar la cólera de una parte de aquellos que votaron a favor de la salida de la UE. ¿Sucederá lo mismo en Francia? Si hay que extraer una lección del ciclo electoral de 2017, es que el voto de protesta no sólo favorece el populismo de derechas.